Amaría sentirte que te empiezo a dar por inexistente,
es por eso que soy la enferma de la familia.
Qué más da saber cómo es que hay tantas cosas en mi mente,
si en un momento son para mí unos amnésicos.
Daría oro y plata para que el final de un libro sea parecido al mío,
tú me dirías que pronto me recuperaré
y no me darías la espalda como los que nunca pensé que lo harían.
Que no vuelvas a preguntarte cuando yo sonrío.
Parte de mi sangre mezclada con otra dice que había caído sin ver.
Perdí una vida que me habían ofrecido
y ahora quieren que la tome.
Qué equivocada estuve en confiar en la amistad que no quiso haber sido.
La envidia casi me persigue con mis propias manos.
Mi jaula seguía sin abrir y la confianza seguía sin entregarse a mí.
Fui la tonta que creyó que todo era a primera vista.
Comprendo la satisfacción que debe ser siendo amnésico sin más daños.
Estoy equivocada.
Estoy loca.
Estoy mal.
Y necesito salir de la irrealidad que me hace olvidar lo que me dicen de lo que soy.
“Es injusto que tú me mientas”
“Tú estás mal”
“Entiende que somos mejores que tú”
“A veces me deprimes tanto y me lastimas”
Qué más da recordarlos a todos si luego me piden perdón.
No importa llorar por cada comentario.
Por un gesto contrario a la aceptación.
Por la tragedia que construyen con hipocresía e ignorancia: Un grito de Salud.
Un gran golpe hasta que la pequeña fuga de sangre me libere de toda idiotez
con cada pedazo de vidrio de la copa.
Y seguía sentada en la misma mesa enfrente de ti, mietras que me miras.
Me fui poco antes de que el reloj dijera que hasta ahora todo tenía validez.
Hasta que te vea en la próxima vista ciega,
sabrás lo que en verdad soy.
A las amistades falsas seguirán con la cara de decir lo siento,
pero la nube gris siempre a un solo lugar se niega.
Pero salí del cautiverio,
sigue salir del castigo…
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